En un comunicado oficial, el Departamento de Estado de Estados Unidos anunció la suspensión de casi todos los fondos destinados a programas de ayuda exterior, una medida que busca garantizar que estos sean coherentes con la política "Estados Unidos Primero" impulsada por el presidente Donald Trump. La decisión incluye programas financiados por el Departamento de Estado y USAID, aunque excluye la asistencia alimentaria de emergencia y el apoyo militar a Israel y Egipto.
La revisión, liderada por el secretario de Estado Marco Rubio, sigue una orden ejecutiva firmada por Trump el 20 de enero. Según Rubio, cada dólar gastado en asistencia exterior debe responder si hace a Estados Unidos más seguro, fuerte y próspero. "No repartiremos dinero a ciegas sin beneficios claros para los contribuyentes estadounidenses", subrayó el funcionario.
La paralización afecta a programas que dependen de los millones de dólares otorgados por USAID y el Departamento de Estado, generando preocupación entre organizaciones humanitarias. Abby Maxman, presidenta de Oxfam América, advirtió que esta decisión "amenaza las vidas de comunidades en crisis" y rompe con el enfoque bipartidista de asistencia basada en necesidades globales.
Aunque los recortes ya se anticipaban, la suspensión inmediata tomó por sorpresa a muchos. Un funcionario anónimo del gobierno estadounidense destacó que congelar fondos tan rápidamente podría tener consecuencias graves, ya que Estados Unidos es el mayor donante humanitario del mundo.
Con esta decisión, la administración Trump deja claro su enfoque en reconfigurar la asistencia internacional, priorizando los intereses nacionales y desafiando las prácticas diplomáticas tradicionales. Sin embargo, la medida plantea interrogantes sobre su impacto en la estabilidad global y la reputación internacional de Estados Unidos.