Abimael Guzmán: Hoy se cumplen 29 años de la 'Captura del Siglo'

La cúpula de Sendero Luminoso fue capturada el 12 de septiembre de 1992.


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REDACCIÓN LIMAY

LIMAY.PE

Lima, 12 de September de 2021

Actualizado el 12/09/2021 09:01:12 am

La denominada 'Captura del Siglo' se llevó a cabo la noche del sábado 12 de setiembre de 1992, donde un grupo de agentes del Grupo Especial de Inteligencia (Gein), de la Policía Nacional, capturó al cabecilla del grupo terrorista Sendero Luminoso, Abimael Guzmán y a la cúpula de Sendero Luminoso.

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La denominada Operación Victoria se inició aquel día bajo la conducción de Benedicto Jiménez y Marco Miyashiro, dos oficiales de Policía que habían logrado llegar hasta el círculo más cercano de la cúpula de Sendero Luminoso con el Gein, creado en 1990. Guzmán Reynoso fue intervenido en una vivienda del distrito limeño de Surquillo, así recuerda lo ocurrido Julio Becerra, agente conocido como ‘Ardilla’, quien fue el primero en detener ese día al terrorista.

“Al subir las escaleras, veo a una persona, a una mujer de negro. Ella se asusta, obviamente, y cierra una puerta corrediza. Al caer la puerta, veo que ella se mete hacia un ambiente que está al fondo. Voy tras ella y allí estaba 'Gonzalo', Abimael Guzmán. Le puse el arma, le dije que si se movía, lo iba a matar”, relató.

“En ese momento, la mujer a quien perseguí, la mujer de Abimael, se me pegó y comenzó a jalarme los cabellos. Fue ahí que sentí que el resto, los otros agentes del GEIN, ya estaban junto conmigo”, añadió.

La captura del siglo” fue un meticuloso trabajo de inteligencia policial a  cargo del Gein

La captura

El último día en libertad de Guzmán se inició cuando los agentes Ana Cecilia Garzón (Gaviota) y Julio Becerra (Ardilla) llegaron a una tienda ubicada al lado de la casa de la calle Varsovia 459 (antes Calle 1), del barrio Los Sauces, en el distrito de Surquillo, donde vivían los senderistas Carlos Incháustegui y Maritza Garrido Lecca.

Ambos personajes habían alquilado la vivienda para esconder a los principales dirigentes de Sendero Luminoso, bajo la fachada de una academia de danza.

Ardilla y Gaviota reemplazaban en este punto de vigilancia a dos agentes varones asignados a dicha tarea, pero que fueron relevados para no despertar sospechas entre los ocupantes de la vivienda.

Con la alta sospecha de que en esa casa se escondían los dirigentes senderistas, los agentes policiales solo esperaban la orden para el ingreso con una tarea clara: evitar a toda costa que la puerta de ingreso a la vivienda se cerrara una vez que se retirasen las visitas que habían recibido Garrido Lecca e Incháustegui.

Esperar el momento significó para Ardilla y Gaviota permanecer en la bodega ubicada al lado de la casa vigilada, tratando de no despertar sospechas ni alertar a los vecinos. “Compramos una gaseosa de 50 céntimos y un chizito. Fueron las cuatro horas (de espera) más largas de nuestras vidas”, recuerda Ana Cecilia Garzón, quien por entonces ya era pareja de Becerra.

Ambos actuaron como lo que eran: dos enamorados que consumían el tiempo conversando y vigilando, sin importar el frío de la tarde ni de la noche que estaba por caer.

Gaviota tenía una radio en la cartera, con la cual discretamente se comunicaba con los otros agentes que hacían vigilancia en las cercanías. El cerco estaba listo y se iba estrechando cada vez más.

Cerca de las 20:00 horas se escucharon movimientos en el interior de la vivienda, media hora después las puertas se abrieron y salieron los invitados. Fue entonces que Gaviota y Ardilla se miraron y asintieron: “Es el momento”. 

Desenfundaron sus armas, se identificaron como policías y pidieron que nadie se moviera. Maritza Garrido Lecca empezó a gritar que la estaban asaltando. Incháustegui se abalanzó sobre Ardilla en un intento por quitarle el arma, pero Gaviota reaccionó disparando al aire. Ese tiro era la señal que aguardaban los demás agentes para entrar en acción.

Con los intervenidos de cara al suelo, Ardilla ingresó en la vivienda. En el primer descanso de la escalera observó a una mujer que luego se escondió en el segundo piso de la casa, él la siguió hasta una habitación donde halló a Abimael Guzmán, sentado detrás de un escritorio. 

“Si te mueves, te mato”, le advirtió. El cabecilla de Sendero Luminoso había caído, 12 años después de haberle declarado la guerra al Perú.

“Tenemos al Cachetón, tenemos al Cachetón...”, "positivo para el Cachetón...", se escuchaba decir a los agentes vía radio.

Hasta entonces, lo último que se conocía de la fisonomía de Guzmán era una foto tomada en 1982, cuando fue detenido por la policía. A lo largo de los años, se había especulado sobre su estado de salud, su paradero e incluso se decía que había muerto.

La captura de Guzmán supuso el colapso de su organización terrorista, la cual pasó a replegarse hacia el Huallaga y el VRAEM. Además, significó una victoria nacional y el inicio de un proceso de pacificación para los peruanos, asolados por más de una década de sangrientas acciones de Sendero Luminoso. Lo comenta el historiador Daniel Parodi.

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Lo que queda de Sendero Luminoso

A pesar de los años transcurridos desde aquel 12 de septiembre de 1992, el terrorismo es todavía una preocupación para el Estado y la sociedad peruana. Remanentes de Sendero Luminoso, estrechamente vinculados al narcotráfico, siguen cometiendo asesinatos en el VRAEM; mientras que organizaciones de fachada como el Movadef han buscado tener presencia en la política y en organizaciones sindicales.

Para el exministro del Interior Rubén Vargas, la derrota total del terrorismo también implica deslegitimar el proyecto político que persiguieron y el apoyo público que han buscado generar. Para esto, considera que es fundamental no permitir que los remanentes terroristas instalen su relato de lo que fue Sendero Luminoso y más bien, construir nuestra historia en base a la memoria de la lucha de las instituciones públicas y de la sociedad democrática contra ellos.

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“Si son los grupos terroristas y sus simpatizantes los que logran crear y difundir mensajes eficaces a la sociedad, justificando el proyecto político de la organización terrorista, serán los terroristas los que hayan ganado la batalla del relato. Y muy probablemente también gran parte de los objetivos políticos que buscaron. La batalla del relato y de la narrativa es la última batalla que ganar para derrotar eficazmente a una organización terrorista. Como hemos visto, el Estado nunca tuvo políticas sistemáticas para hacer frente a este reto. El resultado lo estamos viendo y viviendo precisamente ahora”, apuntó.

Abimael Guzmán falleció ayer 11 de septiembre a los 86 años, en el Centro de Reclusión de Máxima Seguridad de la Base Naval del Callao.

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